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María Pía Silva

Generación 1979

16 de agosto de 2018

Me parece que el movimiento feminista tarde o temprano iba a surgir con fuerza ya que, frente a una sociedad que ha tomado conciencia de que todos tenemos la misma dignidad y derechos,  resultaba intolerable constatar la triste realidad de que las mujeres son discriminadas por el solo hecho de serlo y de que, a pesar de sus méritos, tienen menos oportunidades. El movimiento ha puesto de relieve entonces la necesidad urgente de lograr una verdadera igualdad de trato entre hombres y mujeres.

No hay duda que el movimiento feminista también ha destacado que para las mujeres el camino hacia su desarrollo en todos los planos de la vida es mucho más duro y difícil. Transitar por él supone no bajar los brazos y rodearse de gente que te estimule y confíe en tí. Me parece que es bueno hacerlo no desde la rabia sino desde lo propositivo, ayudando a sensibilizar a los hombres para mirar la realidad de las mujeres, porque esa toma de conciencia puede producir cambios que conduzcan a todos –hombres y mujeres- a un desarrollo mucho más integral. 

Por mi parte, y en mi calidad de ex georgiana, siento que el colegio me dio alas para abrirme espacio en un ambiente muy masculino como era el Saint George´s de los años 70-80. Ello me permitió potenciar muchas habilidades que me han servido en mi vida personal y profesional.

Sin embargo, después de egresar del colegio me di cuenta que el ambiente en que me eduqué era excepcional y que debía enfrentarme a un mundo super machista, como es el que comencé a conocer cuando entré a estudiar Derecho. Se trata de una carrera en la que la mayoría de las mujeres llega hasta cierto nivel y no puede ascender más arriba; en la que cuesta mucho que los hombres cedan espacios de poder a tantas abogadas talentosas que tiene nuestro país.

Mi inquietud por abrir espacios a las mujeres me ha conducido, en el área profesional a que me dedico -el Derecho Constitucional-, a intentar visibilizar la tarea que muchas profesoras realizan investigando sobre la disciplina. Con ese objetivo, junto a un grupo de académicas, he colaborado en la organización anual, y desde 2011, de seminarios de Profesoras de Derecho Público, invitando a representantes de universidades de todo el país, quienes exponen en torno a diferentes ejes temáticos (hasta ahora ninguno sobre temas de género) y cuyos trabajos luego hemos publicado en medios especializados. También, como directora y secretaria de la Asociación Chilena de Derecho Constitucional –organización que ahora es presidido por primera vez por una profesora mujer- me he preocupado especialmente de incorporar como socias activas a mujeres académicas. Asimismo he participado en redes de mujeres, mentorías, talleres, etc.

Lo anterior se explica porque soy partidaria del trabajo en equipo, de la necesidad de apoyar a otras mujeres para que tengan las mismas oportunidades que yo he tenido, de compartir experiencias de crecimiento. Es que entre pares surge espontáneamente la solidaridad, no existe competencia  sino que respaldo mutuo.

Por último, no puedo dejar de compartir con ustedes que, con motivo del movimiento feminista surgido en la Universidad Católica -y en cuya Facultad de Derecho enseño actualmente-, y también en el Colegio de Abogados, me incorporé con entusiasmo a las diversas organizaciones que allí han surgido. A través de ellas se intenta hacer un diagnóstico sobre la situación de la docencia de las profesoras y de las abogadas y asimismo buscar soluciones para superar la discriminación entre hombres y mujeres tanto en la enseñanza del Derecho como en el ejercicio de la profesión.

Fue en ese ambiente que me sentí muy estimulada por muchas abogadas y colegas varones para concursar ante la Corte Suprema para ser designada ministra del Tribunal Constitucional. Superando temores y preparándome con rigurosidad, finalmente resulté elegida por el pleno de la Corte en junio pasado. Me siento súper honrada de ocupar ese cargo y de representar en él a muchas mujeres que también quieren desplegar sus alas para dar lo mejor de sí mismas en servicio de nuestro país.

María Pía Silva Gallinato

Generación 1979