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"María, Mujer"

Palabras de Loreto Correa en la ceremonia por los 50 Años Mujeres Georgianas

21 de diciembre de 2021

 

Sin duda, María es una mujer de su época. Una mujer que supera las dificultades que la vida le impone, en un mundo que no es fácil y en el que el ser y el deber ser van de la mano. ¿Recte et ardua?. Absolutamente. 

Sin cuestionar, sin criticar, con fe y esperanza, con diálogo, con luz en la vida. Ella es la mujer que queremos visibilizar hoy. Sin estridencias. Una mujer común que fue extraordinaria. 

 

 

María, mujer. 

Las Mujeres Old Georgian de Chile, conmemoramos este 2021 el 50 avo aniversario de su ingreso al Colegio. Por ello, como MOG´s quisimos entregar una imagen de María a nuestro querido Colegio. Esto, porque María es la mujer que dio un salto cualitativo invisibilizado por siglos sobre el rol de la mujer. En ese contexto, hablar de María nos obliga a una reflexión sobre la historia de la mujer, ejercicio que ha sido bastante más escaso que discutir sobre su virginidad o incluso la probabilidad de haber o no tenido más hijos. 

Además, hemos elegido hablar de María en este día 8 de diciembre porque acudir a su historia de vida nos permite observar las cualidades de una mujer en un contexto adverso y dominado por el poder. 

¿Qué sabemos? 

María es una mujer de origen judío, pueblo que a la sazón del siglo – I AC, era una nación controlada por los Romanos. Estos habían llegado hacia el año -63 AC en un proceso de expansión territorial que alcanzó prácticamente hasta la mitad de Asia Menor por el Este. Por ello, las fuentes de información que más nos ayudan a conocer la vida de María, son justamente los testimonios de este proceso de conquista. Y al respecto hay varios elementos importantes. 

Los romanos no impusieron su ley a los judíos, solo los dominaron políticamente. Esto significó en la práctica, que la vida cotidiana de los judíos no cambió demasiado al principio. Sin embargo, con el correr de los años, y los conflictos entre romanos y judíos, la vida fue cada vez más conflictiva. Para cuando nació María, calculamos que, a mediados del imperio de Augusto, en Judea gobernaba Herodes I. 

Para entonces los antiguos reinos judíos estaban en una complicada relación con los conquistadores europeos. Así, en lo cotidiano Judea era judía, pero políticamente debía pagar un alto precio con el control de un alto prefecto del orden ecuestre romano. Esta forma de gobierno, hizo que la vida de las personas fuera intervenida en ese tiempo por dos vías. Primero por los linajes locales, donde el control moral era ejercido por los padres y, estos a su vez, por los romanos, quienes buscaron no solo un control político de una población dedicada al pastoreo, el cultivo, el comercio y actividades diversas, sino a evitar una rebelión contra la autoridad extranjera. Sin embargo, había un aspecto adicional. La intervención iba más allá. La vida de la mujer estaba particularmente constreñida en esa época, no solo a las labores de madre, sino también a una estricta moral, severamente castigada en casos de transgresión. 

Por ello, de haber sido una mujer romana, y en esos años, María habría sido más considerada como mujer, porque las leyes romanas eran más cuidadosas con las mujeres. No fue el caso. 

Partamos por el principio de su vida. Pactado seguramente desde la niñez, el matrimonio de María con José, debe haber sido un arreglo conforme a la regla judía. María en ese sentido obediente a las normas debía casarse. Pero María se casaría embarazada. En este punto, hay que asumir que José asumió un rol de padre con la fe que ese hijo de María no solo no era suyo, sino era el Escogido de Dios. Esto no solo debe haber sido muy difícil para María, sino complicado. 

Así, para que ese futuro matrimonio judío funcionara María debió haberle contado de su embarazo a su prometido, un hombre mayor según relata la Biblia. Sin embargo, la noticia de la concepción debía ser acallada, porque debía evitarse el repudio. (Mateo 1:20) El desaire no debía hacerse público. Esto porque la familia de la novia podía perder la dote o MOHAR. Esto habría avergonzado a dos familias de un mismo clan y, además, obligado a un juicio público a fin de determinar quién había quebrantado la honradez de María. De haberse realizado una denuncia, la condena habría penado a María y a su seductor a ser lapidados. La situación habría terminado en un hecho violento. Y si es que no había esa causa, la violación, aún peor. La deshonra obligaba al repudio de José hacia María, tiñendo de paso con vergüenza dos familias. Ciertamente, en esas circunstancias el silencio de José tiene aún más valor, ya que no solo responde a una alianza civil, sino que supone inteligencia, madurez y fe. José comprende en qué está metido e inmediatamente resuelve los riesgos a los que se exponen como pareja. 

Paréntesis. En una época, donde las mujeres se casaban apenas entraban a la adolescencia, es muy probable que María fuera madre entre los entre los 12 y 15 años. María vivió una vida común, donde las mujeres criaban hijos para la guerra o el sacerdocio. Un mundo rural árido, espejo de los sinsabores. Un mundo sin comodidades, donde había que cultivar, buscar todos los días el agua para sobrevivir. Una vida llena de carencias y peligros. 

La historia nos cuenta que por aquellos años las mujeres no superaban la treintena de edad. Así que cuando su hijo Jesús inicia su misión, ella ya es una mujer anciana, llena de experiencia, mesura y cautela. Esa es María la mujer, la que cumple con lo que se espera de una sociedad llena de ritos y limitaciones, controles sociales. Un mundo que se ve un poco en contrastes absolutos: un mundo donde las mujeres tienen un solo rol, vivir el destino de sus padres, hermanos o esposos. 

Por lo anterior es que, si casarse estando embarazada había sido la primera dificultad de esta mujer, el resto de su vida no sería menos complicada. A María le esperaban otras dificultades mayores. Como si la tensión de haber sido dada como esposa y ser madre en forma temprana no hubieran bastado, María y José se enfrentaron a un hecho único en la historia de su tiempo. En el Evangelio de Lucas (2:1-2) se menciona: Y aconteció en aquellos días que salió un edicto del emperador César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado. Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Este Censo se hacía periódicamente para tener un control sobre la cantidad de población y riquezas a fin de tributar a Roma, por ello, la relación ese año del nacimiento de Jesús fue particularmente crítica entre romanos y judíos. 

El gobernador dispuesto por los romanos era Herodes I. Un rey ambicioso y de doble moral. A sus oídos llegó la noticia de unos reyes que venían de Oriente. Visitado por unos magos de oriente, Herodes recibió la noticia que en su reino nacería el hijo de Dios. Llegados a Jerusalén, estos magos preguntaban que “¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? porque “su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. (Mateo, 2:2) 

Y es entonces cuando ocurre lo impredecible, el rey Herodes, se turbó. Toda Jerusalén fue atemorizada, y por ello, fueron convocados todos los príncipes de los sacerdotes, y los escribas del pueblo, a quienes les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Entonces las autoridades religiosas le informaron al rey Herodes que el elegido de Dios, debía nacer en Bethlehem de Judea; porque así había sido escrito por el profeta, una pequeña villa. En un engaño sin precedentes, Herodes quería enterarse sobre quién le arrebataría el reino y por ello envió a matar a todos los primogénitos de esa ciudad y sus alrededores. Mateo 2:7 relata que Herodes, llamando en secreto a los magos, los envió a seguir la estrella que les daría el lugar de nacimiento del nuevo rey y les pidió que tras ello retornaran para avisarle dónde ocurriría ello. Avisados los magos por el Señor, estos no se devolvieron a decirle nada a Herodes. Más hombres con fe. Sino tampoco estaríamos hablando de María probablemente. 

El relato del Evangelio de Mateo continúa diciendo que “he aquí el ángel del Señor aparece en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allá hasta que yo te lo diga; porque ha de acontecer, que Herodes buscará al niño para matarlo. Y en los versículos 14 y 15 expresa: “Y él despertando, tomó al niño y a su madre de noche, y se fue a Egipto; Y estuvo allá hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor, por el profeta que dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. 

La urgencia de la partida en medio de la noche de una mujer recién parida, no es sino una prueba más de obediencia y fe. Los evangelios cuentan que los soldados de Herodes mataron a todos los bebés en Belén y en los lugares cercanos. 

En otras dos ocasiones más vemos socialmente el comportamiento de la vida de María. La primera en las bodas de Caná, donde observamos que María participa de unas bodas en las que se acaba el vino. Entonces Jesús le pregunta qué quiere ella que él haga. Y ella le responde tranquila, necesitamos más vino y eso es lo que Jesús hace. ¿Qué nos demuestra esto? Una buena relación. Una madre que pide, y un hijo que, en su naturaleza, obedece al pedido. Este es el milagro que marca el comienzo de la actuación pública de su Hijo. No es cualquier momento. 

No obstante, también está el final de la historia de Jesús, aquel cuando asiste al Calvario de Jesús. Y es quizás aquí donde vemos desplegarse todo el carácter de María. Primero al seguirlo en su vía crucis, luego, al no querer interferir en el sacrificio de su hijo, sino acompañarlo y finalmente al recuperar su cuerpo. El relato de la muerte de Cristo no solo es una agonía para el propio Jesús, sino también para una madre que ve cómo su hijo es asesinado frente a sus ojos sin poder hacer o decir nada. Es poco lo que puede agregarse a semejante situación. 

Solo la resurrección relatada por Mateo 28, nos revela la alegría al ver a Jesús resucitado. En Mateo 28:8 dice: Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. 

¿Qué podemos concluir de María? 

Sin duda, María es una mujer de su época. Una mujer que supera las dificultades que la vida le impone, en un mundo que no es fácil y en el que el ser y el deber ser van de la mano. ¿Recte et ardua?. Absolutamente. 

Sin cuestionar, sin criticar, con fe y esperanza, con diálogo, con luz en la vida. Ella es la mujer que queremos visibilizar hoy. Sin estridencias. Una mujer común que fue extraordinaria. 

Es por ello que la recordamos hoy. Más allá de sus cualidades religiosas, están las humanas, aquellas que nos instan a mirar en tiempos difíciles con determinación. Por ello, miremos a la María mujer en esta tarde, miremos sus convicciones, su claridad respecto del tiempo que le toca vivir, su alegría, su formar parte de la sociedad, su entereza como madre y sobre todo su esperanza. María avanza, María escucha y María cree. 

Aprender de ella, es un ejercicio de quien sea quizás la primera mujer de la era en la que vemos una significativa presencia en la historia. Y es cierto, hay otras mujeres en la historia antigua, todas reinas, faraonas, mujeres de la nobleza, pero es María a la que vemos en distintos momentos de su propia historia de vida. La vemos joven, casi niña, casada, mayor y anciana; y por cierto que el mundo cristiano la recuerda desde hace 2000 años. 

Muchas gracias por permitirnos compartir estas reflexiones. Muchas gracias por venir y muchas gracias por compartir estos 50 años con todos ustedes, la celebración de los 50 años de ingreso de las primeras mujeres al Colegio Saint George´s. 

Dra. Loreto Correa Vera 

Historiadora 

Primera Generación Old Georgian 1971-1983 

Santiago de Chile, 8 de diciembre de 2021