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María Eugenia Peigneguy

Generación 1978

3 de septiembre de 2018

En esta época en que ha aumentado la conciencia de la humanidad por el cuidado de la naturaleza y de los animales, por los derechos de todas las personas a tener una vida plena, niños, adultos y ancianos de cualquier condición o raza, cuidado por el consumo responsable de recursos, etc., etc., es lógica también la necesidad que tienen las mujeres de hoy, de ser tratadas en equidad con los hombres.

Muchos hay que niegan o no se dan cuenta que existe una diferencia marcada en roles y derechos. Me han tocado hombres que ridiculizan el movimiento feminista y mujeres que están contra el feminismo porque las representaciones públicas más extrema del movimiento no las representan y estiman que no lo necesitan para hacer valer sus derechos.

Independiente de la posición que tenga cada uno frente al movimiento feminista, no hay duda que la sociedad está llamada a alcanzar la equidad entre hombres y mujeres en todos los aspectos: culturales, legales y de oportunidades. Es lo correcto. Cada mujer debe ser dueña de decidir lo que quiera hacer con su vida: si ser una dueña de casa y cuidar de sus hijos o dedicarse a su profesión, sin casarse ni tener descendencia, por nombrar dos opciones opuestas. También tenemos derecho a ser criadas y educadas en un sistema sin sexismo, sin encasillarnos en roles prefijados por una sociedad machista que nos limita en nuestro desarrollo integral. Esto último también es un problema de los hombres ya que la misma sociedad no los deja convertirse en personas sensibles y empáticas que pueden demostrar sus sentimientos, llorar sin culpa ni vergüenza. 

Personalmente creo que no es un tema de “lograr la igualdad” (excepto cuando hablamos de derechos y acceso a oportunidades) si no que lograr la “Equidad”. Las mujeres no somos iguales que los hombres. Somos físicamente diferentes, nuestro funcionamiento biológico es diferente, una gran mayoría de nosotras tenemos otros intereses que los hombres, y hay un largo etcétera de diferencias. Esa diversidad debe ser valorada y debemos desarrollarla, cultivarla, incentivarlas ya que nos hacen sumamente valiosas en nuestro aporte a la sociedad. Características femeninas como la intuición, la sensibilidad, la empatía, la capacidad de comunicación, la preocupación por los demás, la solidaridad, la cooperación, la conciliación, etc., son un aporte ya que hace a la sociedad más humana.

Valoricemos lo femenino en todos los ámbitos ya que siempre es un aporte y partamos por no imponer una mirada prejuiciosa a lo que tiene que ser una mujer. Dejémosla que ella decida qué tipo de ser humano quiere ser y cómo quiere lograrlo. Démosle las herramientas para ser la mejor persona que puede ser.

María Eugenia Peigneguy