Volver al sitio

Javier Vergara Fisher, OG 82

Discurso de aceptación Best Old Georgian 2018

2 de diciembre de 2018

Con gran cariño y bastante pudor quiero agradecer a aquellos que quisieron darme este reconocimiento, que es especial para cualquier old georgian. Cariño por ser otorgado por una comunidad de laicos y sacerdotes que han sido especialmente relevantes en toda mi vida a quienes quiero y respeto entrañablemente;  y pudor porque creo que las otras personas que habían sido propuestas califican con méritos que aún no alcanzo a ver en mi. Nuestra primera ministra del Tribunal Constitucional;  el actual ministro de Justicia con toda una vida dedicada al Servicio Público, y por último Juan Carlos Cruz, quien en los últimos años ha hecho carne la frase del señor en el evangelio de san Juan “y conoceréis  la verdad  y la verdad los hará libres”. Definitivamente Juan Carlos  y  sus compañeros de ruta, contra viento y marea,  han dado un testimonio interpelación evangélica, que ha removido a nuestro país y a nuestra iglesia, sobre la base de la búsqueda de esa verdad liberadora que nos enseña nuestro señor Jesucristo.  Un abrazo grande a ellos, y especialmente a Juan Carlos a la distancia.

 

Cuando Pablo Ayala me llamó para contarme que viniera a recibir este reconocimiento, a pesar de la emoción y el agradecimiento,  en realidad no lo entendía mucho, obviamente no veía en mi, un testimonio que parece tan patente en otros, que han volcado buena parte de sus energías en los últimos años ha lograr la unidad de esta comunidad. Pero sin duda que no puedo dejar de recordar lo importante que este colegio ha sido en mi vida.  Al respecto quisiera tocar sólo algunos puntos que uno guardará para siempre:

 

  1. El compañerismo: Sin duda que este es un recuerdo entrañable. Compartí casi con los mismos compañeros desde quinto básico, cuando volví de la Serena hasta 4° medio (llegué del Seminario Conciliar sin saber nada de inglés, cuando postulé habían tres grupos de inglés y quedé en el cuarto).  En los últimos años ese ámbito de compañerismo se expandió notablemente por la cantidades de actividades que el colegio nos ofrecía. Lo notable,  es que  muchos de mis compañeros dejaron el colegio por razones que es mejor no profundizar, pero ellos siguen siendo parte del curso con el cual crecieron. El cariño y las mismas historias, afloran apenas nos vemos a pesar que a veces pueden pasar años sin que ello ocurra. Es más, hay que reconocer que varios de los que tuvieron esa salida repentina, son los que más hacen por mantener el contacto y vernos.

 

  1. El descubrimiento de una fe inserta en el mundo: Me tocó vivir en el colegio los años en que empezaron a volver los sacerdotes de Santa Cruz. Los más viejos que vivían al lado como los padres Provenzano, Dorsey , Canepa y Simon,  y otros jóvenes que estaban recién ordenados  o por ordenarse. Es el caso de Tim Scully (mi padrino de Confirmación a quien doy un especial saludo) y el propio Pepe Ahumada que nos acompaña. Todos ellos, traían el entusiasmo y las ganas de devolver este colegio a su comunidad, pero sobre todo de mostrarnos la presencia de Dios, en nuestra vida diaria, en la vida del país y de los más necesitados. Nos enseñaron de un Dios que no contaba enumeraba pecados para castigarnos, sino que lloraba y reía con nosotros; que nos interpelaba con verdades muchas veces incómodas, pero sobre todo un Dios que valoraba nuestra libertad para construir nuestro presente y nuestro futuro, era un Dios claramente liberador. Recuerdo siempre la cercanía de estos curas, el tiempo para escucharnos y conversar nuestras dificultades y esperanzas, ellos nos ayudaron a encontrar un Dios amoroso, cercano e inserto en las realidades de nuestro mundo. Esa experiencia nos marcó en los años venideros, donde nos permitió encontrar nuestro lugar en la sociedad y enfocar la forma de enfrentar la vida y hacer familia.  Tal vez descubrir como lograr mostrar ese Dios a las generaciones actuales de jóvenes es el gran desafió hoy tiene la Iglesia en estos momentos difíciles y obviamente la Congregación en nuestro querido Saint George.

  

  1. Este colegio me ayudó a descubrir el mundo:  Sin perjuicio que crecí en una familia donde se leia, se discutía y se incentivaba a la antigua la permanente búsqueda intelectual, el colegio fue central para abrirme al mundo y lograr descubrirlo. Tuve algunos grandes profesores (no necesariamente todos mis compañeros están de acuerdo con mi juicio respecto de algunas de ella). Pero más importante aún desde la forma en nos dedicábamos al deporte, a celebrar en la semana del colegio; a trabajar en misiones;  la forma en que elegíamos a nuestros presidentes de curso, las elecciones de Centro de Alumnos y luego las permanentes actividades, por una parte, pero sobre todo el discutir el sentido de ellas, la forma en que lo que hacíamos incidía en nuestra pequeña comunidad, me formó para la Universidad y para la vida. Aquí se me marcó a fuego, que somos seres sociales, parte de una comunidad y tenemos responsabilidades y alegrías asociadas a esas comunidades. Mis estudios en la Universidad de Chile en los 80, y mis años en el sector público hasta el año 98, fueron una continuación natural de la forma en que desde el colegio aprendí a vincularme con el mundo. Luego en mi vida profesional desde el sector privado, el sentido de responsabilidad con que hacemos las cosas, el dedicarme a un área del Derecho, donde el tema de los bienes e intereses públicos tiene un rol fundamental, y lo que me entretiene hacer clases en la Facultad de Derecho, creo que son una consecuencia de ese aprendizaje temprano.

 

  1. Aquí aprendí a no tenerle miedo a enfrentar decisiones difíciles; Debo decirles que no me consideró una persona conflictiva, en general soy más bien conciliador, pero eso no significa, que cuando creemos en algo, no deba jugármela por ello, aún cuando pierda o deba pagar costos. En los tiempos en que la imagen lo es todo, hay veces que no debemos temer en pagar costos, y no necesariamente hay que hacer lo políticamente correcto y popular. A veces hay que nadar contra la corriente,  si creemos que ellos es lo correcto. Es difícil encontrar un mejor lema para un colegio,  que el “recte ad ardua” del nuestro. “El Derecho a lo difícil”, siempre ha sido inspirador para mi. No hay para que comprarse todas las peleas, pero es bueno no tenerle miedo a las dificultades, mirémoslas, analicémoslas, sintámoslas y hagámonos cargo de ellas. Tal vez por eso somos emprendedores, estamos dispuestos a enfrentar la vida. Tal vez ese es uno de los regalos más grandes que este colegio nos entregó, es no tener miedo de vivir. Creo que vivimos la vida con una enorme alegría, de modo intenso y sencillo ante los desafíos del día a día.

 

  1. El Saint George también nos ayudó a construir comunidad, a abrir nuestros hogares a aquellos que la vida nos pone en el camino. En eso tengo una compañera entrañable, ella no es especialmente sociable, prefiere siempre a las personas sobre las multitudes, pero jamás ha cerrado la puerta de nuestra casa o dejado a alguien fuera de la mesa. Nuestra casa siempre estará abierta a esta comunidad.

Para ir terminando, quiero agradecer a aquellos que de algún modo vieron en mi la característica que me hacían elegible para este cariñoso reconocimiento, gracias de corazón, todos ellos saben lo que este colegio ha sido en mi vida.  También quiero aprovechar para agradecer a mis padres que nos dejaron hace años, hoy en especial por haber elegido un colegio que con tanta fuerza se hizo cómplice de la formación que ellos nos dieron;   a mis hermanas y hermanos que están siempre al lado de uno; a nuestros hijas e hijos que me permitieron vivir de nuevo la experiencia de la formación en el Saint George y que al verlos crecer me enseñan todos los días a gozar de la vida, y nos muestran constantemente nuestra fragilidad al vivir como propios sus dolores y alegrías; especialmente agradezco  a la Tita con ella hemos compartido la increíble aventura de ser georgians juntos, compañeros de vida, amantes, padres y amigos, además porque desde lo más profundo creo que este reconocimiento es en buena parte de ella.

Por último, quiero agradecer a Dios por la experiencia vital del Saint George, que nos ayudó a desarrollar dones que ni siquiera sabíamos que alguna vez nos habían sido concedidos.