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Gina Raineri y la autonomía como clave en el empoderamiento de la mujer georgiana

21 de diciembre de 2020

Se acerca la conmemoración de los 50 años de la inclusión de las mujeres en el alumnado en el Saint George’s College y hay quienes se encuentran trabajando a toda máquina para imprimirle un sentido trascendente a este hito. Una de ellas es Gina Raineri, fundadora de Red MOG, egresada en 1978 y hoy convertida en una profesional multifacética (abogada, enfermera, empresaria, matrona y académica), quien pretende estimular la reflexión dentro de la comunidad acerca de los beneficios que genera la paridad entre hombres y mujeres y, asimismo, potenciar una derivada clave en el enfoque formativo y el fortalecimiento de la autonomía individual de las mujeres y la responsabilidad de todos frente a la sociedad en la que vivimos.

¿Qué es lo importante cuando hablamos de educación? Gina Raineri, directora y vicepresidenta de Old Georgians Association y una de las fundadoras de Red MOG, cree que la autonomía constituye un eje formativo trascendental, pese a que de ella pocas veces se habla públicamente. Es más: cree que la autonomía fue el gran legado recibido en las aulas de un colegio que, destaca, se puso a la vanguardia en los procesos educativos gracias a la inclusión, un atributo que, según han comprobado los estudios y la propia experiencia comparada, ha mostrado generar enormes beneficios para todos los integrantes de una comunidad.

¿Por qué la autonomía? Porque, según esta enfermera, matrona y abogada, fue gracias a la autonomía que brinda el colegio que pudo ejercitar el autocontrol y la disciplina personal que nos permite establecer un método y cumplir las metas autoimpuestas. “Aunque alcancé a estudiar tres años en el colegio, me identifiqué plenamente con él. Llegaba de un colegio inglés con disciplina muy rigurosa, muy rígida, donde medían con regla la basta del jumper y no tenía permitido hacerme una trenza para sujetar mi pelo, que siempre fue largo. Y de pronto llegué a este colegio donde había un mayor margen de libertad, pese a que era dirigido en ese entonces por un comandante de la Fuerza Aérea. Era tan distinto ver cómo confiaban en ti como persona. ¡Mi vínculo creció de tal modo que en cuarto medio ya no quería egresar del colegio!”, sostiene.

Sería interesante hacer un ejercicio en orden a dimensionar la contribución del Saint George en el empoderamiento femenino en Chile y en el rol que han jugado las mujeres en la construcción de una sociedad mejor. “En el colegio las mujeres, al igual que los hombres, aprendemos a que todo cuanto hacemos tiene consecuencias para ti y para quienes te rodean, y ese sentido de la responsabilidad es clave para que cada uno construya su proyecto de vida. Esto refuerza la autonomía. Esa libertad de espíritu fue fundamental para la mujer que soy”.

En tu vida profesional has hecho converger varias disciplinas: eres abogada, enfermera, matrona, y tienes un magíster en bioética. ¿Cómo y por qué tomaste un camino que une las humanidades con el mundo científico?

Tiene mucho que ver con mi preocupación e interés en el cuidado de la persona. Hasta el día de hoy se me ponen los pelos de punta cuando entro en una institución de salud, es algo que me emociona. Creo que el trabajo en la salud y el derecho son materias relacionadas, en el sentido de que en las dos áreas el foco es la persona y en ambas existen reglas, procesos que nos ofrecen un espacio de reflexión acerca de por qué las cosas se hacen de una manera y no de otra, lo que a su vez te conduce a nuevas preguntas y a nuevas respuestas, y a buscar mejores formas de hacer las cosas. La salud y el derecho entrañan una visión de la persona y la sociedad donde uno vive, y eso es algo que transmitía cuando hacía clases en derecho médico y bioética en la universidad. Me siento muy afortunada de haber podido desarrollarme en ambas disciplinas y de haber tenido el apoyo de mis padres para ello.

Gina agrega que ambos ámbitos se caracterizan por la obligación de un comportamiento riguroso y responsable. “En salud los errores impactan en la salud y vida de las personas, y hay que ser muy disciplinados para reducir el margen de error en un contexto de mucho estrés. El Derecho regula los actos de las personas, y por eso es tan importante conocer y ejercer los derechos pero también los deberes, en idéntica medida. Somos seres sociales y debemos fijar normas básicas que rijan esas relaciones”, sostiene.

Como especialista en bioética y en investigación en seres humanos, ¿cuáles crees que son los mayores desafíos hoy para no perder de vista la protección de la ciudadanía y de sus derechos humanos?

Afortunadamente, esto es una preocupación de los últimos tiempos en la historia del ser humano, con el constitucionalismo ello toma más fuerza para garantizar a las personas el ejercicio legítimo de los poderes. El desafío es tener un Estado de Derecho que funcione, con normas jurídicas que tengan realidad y sean justas, lo que es muy complejo. No debe ser sólo una linda declaración, y ese es el desafío.

Pero no sólo el Estado debe asumir deberes, sino también las personas, ya que debemos asumir obligaciones con las otras personas y con el Estado. En ese sentido, y parte del desafío, es que todos miremos a los otros como iguales, en dignidad, libertad y derechos; sin olvidar que también hay deberes y obligaciones. Hoy siento que muchas veces se tiene una mirada infantilizada de la sociedad, como sucede con el paternalismo y asistencialismo. El problema de ello es que saca a esa persona de la mirada como un igual colocándolo en una posición donde quien asiste, decide por él. A diferencia de una visión centrada en la libertad, donde se entreguen herramientas para reflexionar y tomar decisiones con autonomía, disminuyendo con ello el paternalismo y la victimización que pueda haber, justificada o no. Tengo una mirada optimista, creo que hemos avanzado, e históricamente hoy es la mejor época para vivir siendo mujer, sin embargo el desafío persiste y creo que un camino clave sigue siendo la educación de calidad.

Como directora de OGA has liderado una importante conversación: la educación no sexista. ¿Sigue habiendo una brecha de género en el Saint George entre carreras humanistas vs científicas y matemáticas?

Creo que sí, y por ello es que la comunidad está preocupada pero optimista. Hoy vemos que los hombres siguen escogiendo ciertas materias y las mujeres otras, y es importante preguntarnos por qué ello es así. Llevo un año como directora de OGA, pero vengo colaborando desde hace más de veinte años. Cuando en el año 2000 comenzó la Old Georgian’s Night, Valentina Kappes y yo fuimos de las pocas mujeres que por años colaboramos activamente en OGA, porque no sabíamos cómo encontrar y acercar a las Mujeres Georgianas. En todo ese tiempo fue surgiendo la idea de dar sentido a la organización trabajando para que ningún Old Georgian se sienta solo y hoy queremos cerrar brechas históricas, no sólo en cuestiones curriculares, sino que de participación en general de las mujeres, ya sea como panelistas en seminarios, en nuestros talleres y en todas las actividades organizadas por OGA.

Por eso es que en 2017 surge Mujeres Old Georgians (MOG) a instancias del anterior Directorio, precisamente porque en la OGA nos era complejo buscar mujeres para los seminarios y talleres, y nos propusimos buscar y visibilizar a las mujeres georgianas.

Junto al padre David Halm nos preocupaba la baja participación de mujeres en algunas áreas específicas como finanzas, por lo que organizamos diversas instancias y actividades para tratar de aportar a subsanar este problema, como el seminario ‘Cowboy o Princesa’. Junto a ello, el año pasado se acercó Macarena Cardone, apoderada del colegio, quien venía trabajando con el proyecto “Entrelazadas”, iniciativa que trabaja con mujeres privadas de libertad, con las niñas de Fundamor y con mujeres de un hogar de ancianos, a contarnos de su proyecto y ofrecerlo a la comunidad georgiana. La manera de vincularlo fue a través de “Apoyo Fraterno”, iniciativa que he coordinado junto a un gran equipo de la OGA todos estos años, en pos de ayudar a georgianas y georgianos que pasan por momentos difíciles. Se formó un vínculo inmediato, al que luego se unió Paulina Mocarquer, exalumna que tiene una página web en temas de género, y hoy estamos impulsando Red MOG, creando una base de datos, generando vínculos y haciendo un trabajo consistente en reconectarnos, saber qué hacen, piensan y necesitan; conocer donde están las mujeres que se educaron en el colegio, con el fin de cerrar esas brechas y que participen en la OGA, se unan a MOG y celebremos junto a toda la comunidad georgiana la decisión que tomó la CSC de integrar a las mujeres al colegio.

Desde MOG estamos preocupadas de darle un sentido a la celebración de los 50 años de la inclusión femenina en el colegio, y ese sentido es la promoción de una educación no sexista, en el entendido de que hombres y mujeres, a pesar de nuestras diferencias, debemos tener igualdad de oportunidades para que cada uno pueda construir su proyecto de vida.​

¿Cómo podemos contribuir como exalumnas a que más niñas y jóvenes se motiven en áreas donde los hombres son mayoría?

Hay diversas iniciativas en desarrollo, y ello tiene que ver también con educación. Trabajamos haciendo contenido para las redes sociales de MOG y OGA, hacemos entrevistas a mujeres para que nos cuenten sus inspiradoras experiencias de vida, organizamos seminarios para la comunidad en general, poniendo estos temas en el centro de la discusión en todas las instancias.

El Saint George’s College y la Congregación de la Santa Cruz han estado siempre preocupados de esta situación, y la prueba es que se tomó la decisión de incorporar mujeres hace casi 50 años, pues se asumió que lo mejor para la formación de los estudiantes es que hombres y mujeres estudien juntos en un ambiente natural y familiar, porque juntos vivimos y nos desarrollamos en nuestra sociedad. Este sello viene desde su fundador Basilio Moreau, ya que en 1841 había fundado la primera comunidad de mujeres religiosas. Eso es lo natural, y me parece que el colegio estaba en lo correcto. La sociedad se beneficia con la inclusión de la mujer en todos los espacios, con su mirada, para lo cual se debe fomentar a través de la educación la participación de mujeres en todas las áreas.

¿Cuál es la visión y misión de Red MOG a poco de celebrar los 50 años de la llegada de mujeres al Saint George?

Es una tremenda misión, porque en el fondo es equiparar a mujeres y hombres en algo que es obvio: la igualdad de oportunidades, y más todavía en la educación, que es una gran llave para contrarrestar la desigualdad que vemos en Chile y para que las personas construyan su propio proyecto de vida. Hoy MOG está trabajando para contar la historia de la inclusión de las mujeres en un colegio de Iglesia hace 50 años, el sentido de ello y su impacto en la comunidad georgiana y nuestra sociedad .

Y, aunque llevamos 50 años de presencia en el colegio, lo que fue muy vanguardista en su tiempo, el Saint George en mi generación era identificado como colegio de hombres. Es importante que las georgianas visibilicen el papel de las mujeres, valorar lo realizado por ellas en la construcción de un Chile mejor, y potenciar y contribuir a crear iguales oportunidades para todas y todos.

Red MOG en sus inicios dentro de OGA partió con una reflexión sobre el feminismo. ¿A qué conclusión llegaron?

Cuando partimos 2017 estábamos en plena revolución feminista, pues por ese entonces estaban las estudiantes tomándose las universidades en Chile. Dentro del feminismo hay varias corrientes, así que el abanico de lo que se entiende por feminismo es amplio. En nuestra comunidad MOG, entendemos el feminismo como buscar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, ni más ni menos. No es algo en contra de los hombres ni una guerra entre géneros, sino que en contra del machismo y de sus prácticas, es ser proactivas y positivas en esa búsqueda. Ya hay suficiente violencia en nuestra sociedad como para asumir una postura confrontacional que no lleva a ninguna parte. Por lo pronto estamos dando a conocer historias de vida interesantes que inspiran a las mujeres más jóvenes a desarrollarse en lo que deseen para que puedan construir su proyecto de vida sin ningún tipo de barrera.

¿Qué tema o foco crees que debería estar en el centro del evento de los 50 años de la llegada de mujeres al colegio?

El foco debe estar en la reflexión sobre qué sentido y qué impacto tuvieron las mujeres en nuestra comunidad georgiana y en nuestra sociedad, como también en los hombres que fueron nuestros compañeros en esos primeros años de inclusión. No todo fue perfecto, y al día de hoy aún podemos encontrar algunas dificultades, pero los resultados de incorporar mujeres fueron sumamente positivos, y nos diferenció de todo el resto de colegios católicos. De eso nos tenemos que sentir orgullosas las mujeres, ese sentimiento es compartido por la gran mayoría de nuestros compañeros de colegio, de valorar la decisión de la Congregación, porque fueron protagonistas de una experiencia educativa vanguardista y exitosa.

¿Cuál crees que fue el sello de las mujeres de tu generación?

El sello de las mujeres de la generación del ‘78 fue el de ser pioneras y abrir caminos. Fuimos de las primera generaciones de mujeres, y muchas venían de colegios de mujeres, así que para muchas de ellas también fue una sorpresa y una novedad convivir con hombres, con los que establecimos mayoritariamente una sana y profunda relación, sin mencionar que, además, el colegio fue muy sabio en darnos espacios y herramientas para desarrollarnos en una época mucho más machista que ahora. Nuestros compañeros fueron muy acogedores, y eso enriqueció la convivencia, mi curso tuvo una muy buena experiencia, aunque no puedo decir que fue así en todos los casos. Mi generación, la del ‘78, tenía mujeres muy potentes, como la Pancha Rodríguez Peña, primera vicepresidenta mujer del Centro de Alumnos; o bien Montserrat Segura, que fue la primera directora mujer del refugio; la primera “Best Georgian 1978” mujer, que fue Luisa Araneda, o bien Vale Kappes, que fue la primera directora mujer de OGA; y yo misma, que fui la primera vicepresidenta mujer de OGA.

Con esa experiencia, ¿cuál es el espíritu georgiano que te gustaría entregar a las próximas 50 generaciones de mujeres?

El espíritu de la autodeterminación, a través de la inclusión e igualdad de oportunidades, de reforzar aquellas áreas que favorecen esa igualdad, porque en la medida que yo tengo igualdad de oportunidades, y puedo tomar decisiones con autonomía desarrollando mi proyecto de vida, puedo ayudar a otros . Tenemos una gran oportunidad de colaborar y mejorar muchas tareas para que la inclusión sea total y favorezca un cuadro paritario natural, pese a que hemos avanzado mucho. Piensa tú que en la época de los Romanos, no todos los seres humanos eran personas iguales en derechos. Las mujeres no eran consideradas personas con derechos ciudadanos. Y con el correr del tiempo se logra avanzar en incorporar a minorías para otorgarles ese estatus de dignidad que tiene todo ser humano. Hoy las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, la Constitución así lo declara. Pero lamentablemente aún hay discriminaciones, hay mucho que avanzar -por ejemplo en lo laboral-, por lo mismo debemos trabajar para que esas declaraciones no sean solamente jurídicas, sino que tengan un correlato con la práctica, con la realidad misma, de tal forma que la igualdad de oportunidades sea lo natural en la sociedad del mañana, y donde se requiera un esfuerzo especial, ello debe ser entregado, para lograr la igualdad de oportunidades que buscamos. Todos podemos aportar un grano de arena.

Si tuvieras que escoger una mujer de la comunidad georgiana que te ha servido como un modelo a seguir o que te ha inspirado, ¿a quién escogerías?

No podría dejar de mencionar a mis compañeras de curso, el 4B de 1978, todas inspiradoras, todas amigas de la vida, muy decididas, con mucha fuerza. Ya mencione a algunas; todas ellas son mujeres muy potentes, con grandes historias de vida y muy luchadoras, pues no nos ha tocado fácil en la vida. Nos hemos acompañado en las buenas y en las malas, con historias alegres y tristes, como es la vida. A todas las admiro y las quiero mucho.

Y para terminar: ¿qué es ser una (mujer) georgiana?

Ser una mujer capaz de vivir diferentes realidades que te va dando la vida, con fuerza, con determinación, deseosa de abrir caminos, segura y preocupada por el otro. El gran sello del colegio es la libertad y el respeto por el otro fundado en valores católicos, y formar a cristianos comprometidos y ciudadanos competentes. Esto porque fuimos educadas en la libertad, en un marco donde nos enseñan y permiten tomar decisiones, lo que nos va dejando una enseñanza y un empoderamiento que nos ayuda a salir adelante frente a las dificultades de la vida.

La mujer georgiana tiene sueños, preocupada de su familia, comprometida y aguerrida con sus hijos y de lo que está pasando en nuestra sociedad. Son mujeres power, que luchan por lo que creen y saben utilizar las herramientas que les dio el colegio para construir su proyecto de vida. Las mujeres que egresan del colegio asumen las consecuencias de las decisiones tomadas a lo largo de su vida. La georgiana en mi experiencia es también una mujer que tiene muy buena relación con sus compañeros, con quienes creamos un vínculo de amistad para la vida, me casé con un georgiano y educamos a nuestros hijos en el colegio. No puedo afirmar que es la experiencia de todos, pero en mi curso, ello fue lo predominante y creo que en la gran mayoría de otras generaciones a lo largo de estos 50 años.