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Entrevista a Adriana Rodríguez-Peña, profesora y ex alumna

2 de diciembre de 2019

"Las mujeres en el Saint George son empoderadas, tienen voz y generan sus espacios"

Mujeres empoderadas y líderes, los desafíos de la educación y del Chile actual son algunos de los temas que repasamos con nuestra entrevistada.

Ha hecho clases por 32 años en el Saint George, donde además fue alumna cuando el colegio pasó a ser mixto y abrió sus puertas a las mujeres. Pionera, líder y con una enorme vocación, quisimos partir esta serie de entrevistas de Red MOG con la profesora Adriana Rodríguez-Peña, que este año se jubila terminando una etapa donde ha tocado la vida de miles de jóvenes, y en la que sin duda se abrirán nuevas oportunidades para seguir aportando con su experiencia y con su valiosa mirada que integra lo educativo, lo social y lo espiritual con la energía de alguien que ha buscado siempre generar un impacto positivo en su entorno y en quienes la rodean.

Con Adriana repasamos la historia del Saint George y de las mujeres en el colegio y analizamos los desafíos que se abren por delante para la educación y para nuestra sociedad.

¿Cómo era el colegio cuando llegaste y cómo viviste esa etapa en que recién se estaban incorporando mujeres al Saint George?

Entretenido. Fui la primera generación de mujeres en mi curso cuando llegué el año 73 a octavo. Éramos seis mujeres por curso y fue intenso, porque además fue un año de harta efervescencia política. El colegio era muy pluralista.  Lo que pasaba en Chile pasaba en el colegio. Las mujeres, como éramos tan pocas, nos apoyamos entre nosotras. En el colegio primaban los hombres, pero para mí no fue tan complejo integrarme porque ya venía de un colegio mixto y hacía atletismo desde chica, lo que me ayudó. A mi curso lo amo hasta hoy. Nos juntamos y todo. Eran mis partners, mis hermanos. Hacíamos harta cosa en el colegio. 

“No había locomoción como ahora, entonces o te ibas caminando o en el bus de acercamiento, donde parecíamos sardinas. Así conocías a todo el colegio y eso era bonito. Éramos cinco hermanos, así que conocía a cinco generaciones. 

El colegio cuando llegó a La Pirámide abrió cupos a gente del sector. Yo vivía por ahí y todos los niños de la cuadra se cambiaron al colegio, así que uno tenía muchos amigos”.

¿Cuál crees que es el espacio que se han ganado las mujeres a lo largo de la historia del colegio?

Las mujeres en el Saint George son súper empoderadas. Son muy choras. Se meten mucho a programas sociales, a directivas de curso, al centro de alumnos.  Creo que las mujeres en el colegio han sido bien protagónicas. Mi hermana, por ejemplo, fue de las primeras mujeres en integrar el centro de alumnos. 

“Hoy tengo una jefatura de séptimo y ellas la llevan, tienen voz y generan sus espacios. Hoy las mujeres más grandes le están mostrando a las chicas que no pueden quedarse calladas en un montón de cosas. Que frente a abusos y maltratos deben buscar apoyo. Han aprendido de las más grandes y de sus profesoras que hay que tomar el liderazgo”. 

Ven que nos movemos, que estamos en el sindicato, que estamos en la lucha por la desigualdad. El modelo que tienen las niñas de sus profes es súper potente.

¿Por qué estudiaste pedagogía y cómo terminaste enseñando en tu mismo colegio?

Estudié educación física pensando en lo que viví en el Saint George como atleta. Tenía claro que quería estudiar pedagogía, obviamente le pegaba al deporte y me gustaba. Entré al segundo año, porque el primer año pedían estatura y yo soy re chica. 

¿Fuiste discriminada?

(Ríe) ¡Sí! Pedían 1,60 de estatura para las mujeres.  Era como mucho. Entonces el segundo año, que se abrió para mujeres más bajas, entramos puras “minis” de 1,55 para abajo.

Siempre me gustó siempre enseñar. Cuqui Restovic fue mi mentora y la reemplacé en el colegio para su postnatal. Luego le descubrieron lupus y no volvió. Me contrataron, y a los 23 años quedé a cargo de las atletas, que era un sueño a mi edad y fue bien duro, porque estaba recién salida y había que aprender harto. Luego me fui a Estados Unidos, estudié un magister y volví el 94 al colegio. Hice clases de básquet, jefatura de curso y horas de pastoral, donde hasta el día de hoy tenemos un proyecto muy lindo con el profesor Rogelio Gormaz.

¿Cómo ha cambiado el trabajo de los profesores en Chile?

Hoy creo que es más entretenido. El alumnado hoy te desafía mucho más. Ya no se compran todo lo que dices. Antes no preguntábamos el porqué de las cosas y ahora sí te preguntan, tienen opinión, te discuten y debes estar más preparada. La pedagogía va cambiando todo el tiempo. Las evaluaciones de los ochenta ya no corren. Ya no se evalúa comportamiento ni rendimiento en educación física. Es una profesión donde debes mantenerte activa siempre intelectualmente, todos los años es distinto y, en el mismo colegio, siempre te están retando a distintas cosas.

¿Cómo se suma lo social al trabajo docente? Sobre todo considerando el momento y desafìos actuales del país.

Todo lo social antes estaba mucho más impregnado en el colegio. Tal vez, con lo que está pasando ahora en Chile esto va a efervecer más. 

“Hoy estamos a cargo con el profesor Rogelio de un proyecto para niñas de séptimo y octavo donde vamos todos los lunes a una escuela en Recoleta a hacer apoyo escolar. Es precioso, porque están en condiciones muy precarias.  Van puras mujeres, los hombres no enganchan. Los hombres a esa edad están mucho más en la pelota, en la cosa deportiva. Son doce o trece niñas nada más, pues es voluntario. Y ahí ves a las alumnas en otro ámbito, cómo van creciendo, cómo se entregan a estos niños que están entre kinder y cuarto básico”. 

Lo que está pasando en Chile es un gran desafío para el colegio y va a generar un cambio. Es una época de cuestionarse muchas cosas. Hay que cambiar hacia que el enfoque no sea solo academicista, sino que mire el entorno.  Todos tenemos que remecernos en muchas cosas, en la cosa social. Hoy hay niños integrados a nivel cognitivo, pero a nivel económico no, que era algo que antiguamente teníamos.  

Te jubilas este año. ¿Cuál es tu reflexión y sentimientos frente a este ciclo que termina?

Son 32 años intensos y bien vividos. Una agradece dónde llegó. Ser ex alumna y estar educando a georgianos te llena el corazón porque puedes decirles que tú también estuviste donde ellos están. Por eso siempre les digo a los niños que aprovechen el colegio, que no estén en la vereda del frente, que sientan que el colegio es parte de ellos, de su historia. Hoy hago clases en kinder y prekinder a hijos de quienes fueron mis alumnos, lo que es muy lindo… es una sensación como de abuela. 

“Me da una pena enorme irme y he pasado por todos los estados de ánimo. Es muy heavy, porque has pasado toda tu vida en el colegio y uno dice ‘todavía tengo pila’. Me tendré que reinventar en otra cosa, pero es duro.  No es fácil. A los sesenta no tienes por qué echarte a morir, pero es difícil estar en un lugar del que no te quieres ir”. 

Fue una bonita etapa que me dio harto donde aportar, mucho donde crecer y esas experiencias se pueden replicar en otros lados. Aunque te de pena en el alma, porque es tu historia, tu lugar.

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